El cuaderno en llamas

Tras la batalla

El monstruo rompió sus WingBL y los otros la estaban rodeando. Si alguien no hacía nada iba a morir. Por eso se lanzó, aunque las suyas apenas tenían ya vida. Tardaría en olvidar sus caras conforme el tiempo se iba deslizando lentamente, fotograma a fotograma.

La última fue la de agradecimiento. La misma que tenía ahora, sonriente, en su habitación. No la había oído entrar. Estaba mirando la única maceta frente a la ventana. Al incorporarse con dificultad -no dolía, pero sí tenía pesadez- el camastro crujió e Ina se sobresaltó. Después fue hacia ella.

—¿Cómo estás?— le preguntó cuando estuvo junto al camastro.

—Eso te lo tendría que preguntar a ti que eres la convaleciente.

Fueron capaces de mirarse a los ojos y reír. Después de lo que habían vivido ¿horas? ¿días? antes, era un alivio enorme. Estaban bien, dentro de lo que cabía. Podrían haber muerto una de las dos.

—Es más aparatoso de lo que realmente es. Thera ha hecho un gran trabajo. Sería una gran sanadora de campo si no le diera tanto miedo.

Le habían vendado los brazos desde por debajo del hombro hasta la muñeca y el resto del cuerpo estaba parcheado de tiras blancas o esparadrapos. La mayoría contaban con ese gel prodigioso que la tendría en pie de nuevo en poco tiempo. Admitía que eran molestos pero lo prefería a soportar el ardor de las heridas que provocaban esos malditos bichos de camino al hospital más cercano.

Ina se sentó al borde la cama. Dejó su mano cerca de la suya.

—Creo que sería mejor que yo —no se le escapó el tono triste que había usado y se estremeció.

—¿No estarás pensando…?

Sí, sí lo estaba pensando. Miraba el suelo mate con viejas manchas que no habían conseguido limpiar y por mucho que luchase, se iba a echar a llorar de un momento a otro.

—Oye… mírame— le dijo con dulzura.

Como no le hizo ni caso, levantó su mano para ponerla bajo su barbilla. No le dejó, a medio camino se la atrapó con la suya. Al menos la dejó entrelazada sobre el colchón. La piel se le erizó al notar la tibiez y los recuerdos volvieron a su memoria. Tragó saliva. Le costó más decirle lo que pretendía.

—No te sientas mal por esto. No… ha sido tu culpa

—Sí que lo ha sido. Si hubiera estado más pendiente, no me hubieran emboscado y tú no habrías tenido que venir a salvarme.

—¿Bromeas? ¿para qué estoy entonces? Eres lo más importante para nosotros y debemos protegerte. Eres…

Cortó la frase. Se dio cuenta de que, como hacía antaño, Ina estaba jugueteando con sus dedos, dando caricias mínimas en los suyos o en el dorso de la mano. Sentía calor en la cara y vio que Ina también estaba ruborizada.

—Podrías haber muerto…

—Ina…

—… y no hubiera sabido cómo vivir con esa carga.

No lloró y las únicas lágrimas que escaparon las dejó caer sobre sus manos.

—Ina, fui a salvarte porque yo no me lo habría perdonado. No… yo…

No supo cómo continuar pero Ina sí supo qué hacer. Tiró de la mano para atraerla hacia ella, algo que no le costó en absoluto y la besó. Las escenas de lo que había pasado dejaron de repetirse por un momento. Las dudas y miedos quedaron en pausa. Cuando se quiso dar cuenta, las manos de Ina estaban sobre sus costados y pocos después decidía subirse a la cama… y sobre ella.

—Pero qué…

—Shhh…


Ina recibió a Thera cuando ésta llegó a la habitación. Estaba frente a la ventana y por unos segundos Fabia pensó en si lo había soñado. No, su cama aún estaba calienta.

Se incorporó cuando la chica salió por la puerta. Se rascó la cabeza sin saber muy bien qué decir. O qué hacer que no fuera levantarse para abrazarla con fuerza. Bueno, en realidad sabía qué quería preguntarle pero… fue ella la que le contestó.

—Sigo con Guino y estamos bien.

—¿Entonces que…?

—Os amo a los dos.

La sensación del estómago aumentó al oír sus palabras pero fue incapaz de moverse de su cama. ¿Había oído lo que había oído? Ina se acercó y se volvió a sentar en el mismo sitio.

—Y no quiero separarme de ambos.

Ella tampoco quería separarse más de ella. Lo pensaba hace meses y lo pensaba con más fuerza desde que había creído que de verdad, la perdía.

Se abrazaron y suspiró. Le costaría un poco pero sabía que al final se la arreglarían

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