El cuaderno en llamas

Pequeños demonios

Tras colgar el teléfono, dejó salir el orgullo por la ventana; el odio se ahogó en el lavabo cuando se enjuagó la cara para terminar de despertarse; y el rencor quedó olvidado en la nevera al preparar el desayuno para dos. Sabía que las heridas acabarían curando poco a poco. Pero, cuando abrió la puerta y la recibió junto con su amiga se dio cuenta de que los celos sin embargo, seguían agarrados a su estómago y los demás, no tardarían en volver.

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