Los tripulantes dieron la alarma y tambaleante, salió a cubierta. Todavía a cierta distancia, dos galeones se acercaban a gran velocidad hacia ellos. No parecían piratas pero los marineros se preparaban como si los fueran a abordar de un momento a otro. Podían ser aquellos de los que oyó hablar antes de partir.
Resignado, sacó el machete de su funda, pensando que sus aventuras comenzaban antes de tiempo.
Pasada casi media hora, podían apreciar ya quiénes iban en los otros barcos y a él le volvieron las náuseas. No se le ocurría mejor reacción a lo que veía, que el asco. Pero antes de tan siquiera plantearse asomarse por la borda, un rayo cortó la tensión que palpitaba y un trozo de madera salió volando hacia el agua rizada.