El cuaderno en llamas

La vieja armadura (#ProyectoAstraia)

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Tenía los conocimientos suficientes para saber que aquello eran las ruinas de un templo. A quién y de quién no tenía la más remota idea. Parecía enorme pero si algo compartíamos todas las criaturas era la monumentalidad de nuestros sitios sagrados. Y Kayi ya se había dado cuenta que allí habían convivido humanos y al menos enanos, con los gigantes, en ese abandonado planeta.

El nudo en la boca del estómago seguía tirando de mí y yo no podía resistirme así que me adentré en el recinto. Entre el polvo azulado, las rocas y piedrecitas podían adivinarse losetas bastante bien conservadas. Eran de color pardizo. En la pared mejor conservada del lugar quedaban restos dorados de algún mosaico o friso. Las columnas, si su basamento era lo que quedaba en algunas partes, debieron de ser anchas como troncos de árboles centenarios que conservábamos aún en la Tierra.

Me di cuenta de que debió ser, efectivamente, un gran templo, a juzgar por lo ancho pero sobre todo largo de su nave central, que se podía adivinar más o menos por la ubicación de los restos. Estuve a punto de desviarme a explorar alguna de las otras pero algo llamó mi atención poderosamente. Una luz al fondo. Pensaba que podía ser un altar o algo así pero no. Era en el suelo. Una especie de acceso a un sótano. Me extrañó que pudiera abrirlo sin muchos problemas aunque la portezuela crujió ruidosamente cuando la moví. Con la linterna del MiniCom vi que tenía que bajar una escalera angosta de piedra. Lo hice con cuidado porque muchas estaban picadas o directamente partidas. Con la sensación, sí, de que lo que me había llevado hasta allí tenía que ver con esa luz, con lo que hubiera allí abajo.

¿Astraia?—oí la voz amortiguada de Kayi justo cuando llegué abajo—¿estás aquí?

—Sí —le dije por el comunicador —estoy en un sótano al que se accede por una trampilla al fondo de la nave principal.

La esperé y tardó apenas unos minutos en aparecer. Cuando llegó, estaba entre fascinada y asustada.

—¿Qué haces aquí?

—Me ha llamado la atención aquella luz.

Respondí inmediatamente porque me parecía una buena contestación. Sabía que si pensaba un poco en lo que me estaba pasando, no sabría qué responderle… o le mentiría. Porque ni siquiera yo estaba segura del todo de qué me estaba pasando.

—Hmm… tengamos cuidado porque seguramente sea que algo esté emitiendo esa luz. Este sitio lleva muchísimos años abandonado.

Asentí, dejando la espada a mano para desenvainarla con rapidez. También ella utilizó la luz de su MiniCom. No parecía que hubiera más que suelo de tierra de ese tono azulado pero aún así caminamos despacio y asegurándonos donde poníamos pie.

La luz provenía de otra sala tras una entrada que parecía oradada con tosquedad, con prisas. No había puerta y dudaba que la hubiera tenido alguna vez. Tampoco había nada en la sala salvo el origen de la luz en medio de ésta. Kayi jadeó a mi lado. Parecía que sabía qué era. Ella se mantuvo a cierta distancia y sé que me advirtió de que no me acercara pero… mi cuerpo no obedecía. Quería que fuera hasta allí. También que cogiese lo que había ante mí pero me contuve el tiempo suficiente para ver de qué se trataba. Era la pieza de una armadura. Eso lo tenía claro. Unas hombreras grandes de placa, con un relieve pequeño de la cabeza de un caballo en su centro. El material no lo tenía claro y probablemente estuviera pintado. Era sobre todo blanco y decorado en azul.

—Es una armadura legendaria

Si no fuera por la forma en que me miraba y miraba las hombreras y el evidente aspecto antiguo que tenía —ya apenas hacían armaduras así— me habría reído.

—¿Son reales?

—Según las últimas investigaciones… sí.

Ahora entendía su cara. Debía de conocer bien todas las leyendas. Mejor dicho, la historia tras las leyendas. El por qué de su existencia y para qué servían. Cómo funcionaban tal vez.

—Es la armadura la que te ha llamado —comprendió entonces.

—Pensaba que era cosa mía.

—No, no lo era.

Creo que Kayi en ese momento sabía perfectamente lo que iba a pasar. No solo que a continuación iba a coger las hombreras, dejándome llevar por mi impulso, y éstas se iban a transformar en una plaquita como las que se usaban antaño para identificarnos les caballeres, con lo que parecía un ala en su centro; también lo que se estaba desatando. El por qué estaba ocurriendo aquello. Por qué tenía que coger, activar y recuperar esa armadura.

Sabía todo lo que iba a empezar y aún así, teniendo la oportunidad de huir… se quedó a mi lado.

Siempre a mi lado.

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